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¿Qué entendemos por “terapia” y por “psicoterapia”?
En el lenguaje cotidiano, muchas veces se usa la palabra terapia para hablar de cualquier tipo de ayuda psicológica. Pero en la práctica clínica no siempre significa lo mismo.
La terapia, en sentido amplio, puede referirse a intervenciones breves, centradas en un síntoma o una situación puntual. Su objetivo es resolver un problema específico —como una crisis de ansiedad, un duelo reciente o una dificultad relacional concreta—. En muchos casos, estas intervenciones ofrecen cierto alivio y pueden ser útiles en momentos determinados.
La psicoterapia, en cambio, propone una vía de trabajo más profunda. No se queda en el síntoma, sino que trata de entender qué lo causa, por qué aparece ahora y qué función cumple en la vida del sujeto. No se limita a aplicar una técnica; se centra en el encuentro con cada historia singular.
¿Qué tipo de ayuda estás buscando?
Si lo que necesitas es una orientación puntual, una guía práctica para atravesar una situación, puede que una terapia breve te resulte suficiente.
Pero si hay un malestar que se repite, una sensación de no entender del todo qué te pasa, una historia que se enlaza con otras… entonces quizá sea momento de pensar en una psicoterapia.
No es una cuestión de gravedad, sino de profundidad.
La psicoterapia no es necesariamente para “casos más graves”. Es para quienes quieren comprender más allá de lo inmediato. Para quienes no buscan solo sentirse mejor, sino entender de qué está hecho su malestar.
¿Por qué no basta con resolver un síntoma puntual?
A veces, la persona llega a consulta porque sufre: no duerme bien, se siente bloqueada, come con culpa o sufre ansiedad. Y puede que, con una intervención concreta, encuentre algo de alivio.
Pero ese alivio, si no se interroga, puede ser transitorio. Porque el síntoma suele ser una forma de decir algo que no se ha podido decir de otro modo.
En una terapia breve, el riesgo es que lo que no se escucha se repita, quizás en otro síntoma, en otro momento.
La psicoterapia no busca corregir ni suprimir. Busca comprender. Y esa comprensión es la que permite que el malestar no solo se alivie, sino que también se transforme. No de golpe, no con fórmulas, pero sí con verdad.
Entonces… ¿cuál es la mejor opción para ti?
No hay una respuesta única. Hay momentos, hay historias, hay necesidades distintas.
Lo importante es saber que no todas las terapias son iguales. Que el trabajo con la palabra puede ir más allá del síntoma. Que hay espacios donde no se te pide que mejores, sino que puedas entender qué te pasa.
Y desde ahí, que algo distinto pueda empezar a construirse.